miércoles, 27 de noviembre de 2013

El ibis


El Ibis es un ave de tamaño mediano, cuerpo relativamente ligero y pico largo y arqueado hacia abajo. Es conocida por su relación con el antiguo Egipto, donde era un ave objeto de culto y aparece en multitud de jeroglíficos.

La vuelta del Ibis, pájaro migratorio, correspondía con las crecidas fertilizantes del Nilo: el Ibis fue símbolo de prosperidad, como protector de los trabajos campestres. Pero después de la venida del Ibis, de la crecida, llega la sequía. ¿No es ésta sequía producida por algo que nace del huevo del Ibis, la misma sequía producida por la mirada del basilisco? De hecho, los egipcios destruían ritualmente los huevos del Ibis.
El ibis es un pájaro original de Egipto, un ave de plumaje blanco y negro que se alimenta de los huevos del cocodrilo y vive a las orillas del Nilo. Simbólicamente representa el poder alado que devora la más burda asociación material y la transforma en energía de vida. Esta circunstancia permitió a los grandes iniciados egipcios adoptar el nombre de Ibis para identificar la figura de THOT, maestro de sabiduría, de las artes y las ciencias, padre de la doctrina hermética y de las palabras sagradas de la escritura jeroglífica.
Se debe a THOT, llamado por los griegos HERMES DE TRIMEGISTRO, el tres veces grande, la invención de setenta y ocho láminas ilustradas con numerosos símbolos y figuras que permiten obtener las claves del conocimiento más remoto y preciso del hombre como entidad mundana y como proyección cósmica.
El ibis fue una de las aves más sagradas para los egipcios, sin embargo debía tener características especiales como el cuello sin plumas y de color negro opaco, las patas grises con matices azulados y el cuerpo blanco, con plumas negro-azul en la cola. Estaba consagrado a Tot y al morir se le momificaba con todo cuidado y se introducía en cántaros de barro. De todo Egipto llevaban los ibis muertos para colocarlos en los lugares sagrados, como la importante necrópolis de Saqqara y la de Hermópolis, en donde se descubrió un laberinto subterráneo cavado en la roca, a 34 metros de profundidad, en el cual se contaron cuatro mil urnas para los ibis, además de la sala para el embalsamamiento y un altar, en donde se encontraron tres esculturas de madera dorada de dos ibis y un babuino, además de infinidad de estatuillas pequeñas.

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